...Rasgos en el Silencio...
lunes, 14 de marzo de 2011
Para terminar con esto del amor...
La amaba con ese amor terrible, posesivo, absoluto con que aman los niños solitarios y Rosette le correspondía con un cariño sin celo ni congoja. Maurice no imaginaba su existencia sin ella, sin su incesante parloteo, su curiosidad, sus caricias infantiles y la ciega admiración que ella le manifestaba. Con Rosette se sentía fuerte, protector y sabio, porque así lo veía ella. Necesitaba compartir con ella hasta los mas íntimos pensamientos, temores y deseos, dominarla y al mismo tiempo servirla con total abnegación. Ambos comprendían por instinto que su complicidad estaba prohibida, que debían defenderla con permanente disimulo.
(La isla bajo el mar, Isabel Allende).
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